
Hace un año empezamos, mi compañero Álex Padrón y yo, a escribir esta novela a cuatro manos.
Nació de una pesadilla horrible que tuve sobre un repartidor que caminaba por una ciudad solitaria. Caminaba lleno de angustia, metido en una escafandra, con una enorme mochila de la que sacaba paquetes que iba dejando de puerta en puerta.
El ambiente de mi sueño era oscuro, lóbrego, y la soledad era como una niebla corrosiva que alargaba las sombras. Mi repartidor llegaba a una puerta de cristal esmerilado, dejaba el paquete correspondiente y tras el vidrio una sombra se silueteaba. El mensajero de mi sueño se alejaba lentamente con la sensación de que la persona tras la puerta había salido afuera y lo perseguía. Ahí me desperté, aterrada en plena noche.

Todavía no sabíamos nada de lo que vendría. No sabíamos de las olas de muertos. Del personal médico y de trabajo social luchando como verdaderos héroes y heroínas, sucumbiendo a veces. De las brigadas de enterradores trabajando a destajo a veces sin condiciones y corriendo contra el tiempo. De los voluntariados, de los niños enclaustrados y añorando la calle y la escuela. De los maestros impartiendo clase en redes. De las tropas de mensajeros voluntarios o asalariados en todo el mundo, corriendo por las calles con su carga de alimentos, medicinas, muestras y análisis médicos, test, ropas e insumos de todo tipo para llevar allá donde fueran necesarios.
No tenía idea aún de a dónde iba a llegar esto. Desde que tengo conciencia, nunca el mundo había vivido algo así. Solo tenía miedo y pesadillas.

No sabíamos tampoco del esfuerzo tremendo que vendría, en la carrera por encontrar una cura. Ni de las inmensas cadenas de amor y ayuda mutua que han surgido. Ni de los actos de heroísmo. Ni de la gente que ha dedicado tiempo, fuerza y saberes a inspirar, consolar y alegrar a los demás.
Entonces decidimos escribirlo, convertirlo en diez historias encadenadas y darle un final, una conclusión que no diré si triste o alegre, para no dar spoilers. Solo diré que queríamos exorcizar una pesadilla, y vaya que lo hicimos ¡E hicimos más!
Tal cómo ha anunciado la Revista Juventud Técnica el pasado 10 de marzo, la noveleta de 109 cuartillas “Guadaña Universal: el códice” ha sido selecionada como la ganadora del premio Hydra 2021.
A opinión del jurado , integrado por los escritores Raúl Aguiar, Elaine Vilar Madruga y Carlos A. Duarte:
«El texto resalta por la imaginativa descripción de una distopía extrema, inspirada en el contexto actual, en la que los autores logran coherencia y rigor en la construcción del worldbuilding, y profundizan en diferentes aspectos psicosociales de los seres humanos vinculados a situaciones extremas. Asimismo, el libro se destaca por sus méritos literarios, un excelente trabajo con los personajes, y constituye una indagación en la condición humana en momentos de adversidad, muy oportuna en los tiempos que corren”.
En esta ocasión fueron otorgadas dos menciones. La primera para El año del Tigre, de Erick J. Mota Pérez, y Embajador sin retorno , de Raúl Piad Ríos.
Este premio bienal se considera uno de los más prestigiosos en el país para la CF y la Fantasía, siendo uno de los pocos en Cuba que premia una obra de esta extensión para mayores de 35 años.
Que sirva esta novela ganadora como homenaje e inspiración. Porque así la concebimos. Sobreviviremos.
Por supuesto que sobrevivir emos. Juntos. Muchas felicidades y muchas gracias a ti.
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Te amo
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Felicidades! A fuer de médico, estoy loca por leerla
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