Yo amenazaba con aprender a escribir con las dos manos. Es un super poder que algunos miembros de mi familia han ostentado en diferentes momentos. A mi maestra
de primer grado no le gustaba mucho. En general a las maestras de primer ciclo no les gustan mucho los estudiantes zurdos o ambidiestros.
La mano izquierda, cuando dirige, es atrevida y poderosa. Un poco petulante y a su aire. Pero más que nada, muy necesitada de amor y dirección en un mundo de gente más bien diestra. Una mano izquierda no entrenada escribe sucio y apretado y rompe cosas frágiles con mucha facilidad. Una mano izquierda entrenada es un instrumento de alta precisión. Dos manos dirigentes, izquierda y derecha, son un instrumento para trabajos delicados. Pero esta palabrería no va de esas manos entrenadas, amadas y comprendidas.
Mi mano izquierda, como muchas manos izquierdas, fue obligada a estarse quieta, aún cuando prometía poder aprender a escribir y trazar. Pero había que pararla porque la maestra era diestra, y siendo diestro es difícil enseñar a escribir a un alumno zurdo o ambidiestro. La maestra no era mala: era derecha.
Y la mano creció sintiéndose bruta. Todavía de cuando en cuando se escapa y plancha, llena pomos de boca pequeña o enhebra agujas. Pero no sabe escribir, no sabe pinzar bien y a veces anda medio perdida y torpe. Tiembla horrorosamente cuando pinta las uñas de la mano derecha: nunca queda bien. Y ni hablemos de maquillar con ella: convierte un ojo normal en un hematoma, en un piñazo sin forma. No sirve para masturbarse ni para limpiarse el culo.
Sin embargo he descubierto que, zurda y todo, es la mano derecha de mi mano derecha. Es una cómplice ideal. Sostiene y agarra, presiona, consuela y comparte.
Mi mano izquierda se lastima con frecuencia. Los cuchillos y martillos la hacen blanco de sus cariñitos. Claro: si ella sostiene el clavo, el pescado, la fruta, si ella aguanta para que la otra gire, martille, corte, escame. Todos los instrumentos filosos, pesados, peligrosos, la hacen su víctima. Mi mano izquierda es necesaria y vulnerable.
No fue entrenada para dirigir y algunas manos izquierdas ni siquiera entrenadas podrían hacerlo. Pero no es una mano inútil. Y si lo creen, recuerden lo que pasaba en la primaria cuando te pedían que dijeras qué mano usabas. Si decías “derecha”, la vacuna iba para el hombro izquierdo y tumbaba a la pobre mano izquierda. Entonces veías las estrellas no solo por el dolor, sino porque todos los golpes iban para ahí y aún teniendo la diestra funcional y sana, tenías la mitad del cuerpo minusválido, con tu mano derecha huérfana teniendo que hacerlo todo, todo, y encima proteger a la otra mano en baja técnica temporal.
Ahí sacabas punta a los lápices aguantando el sacapuntas con los dientes. No podías trazar el margen, desposeída de la mano izquierda que sostenía la regla. Las libretas se te corrían, las páginas del libro se pasaban. Te costaba bajarte el blúmer para ir al baño y sostenerte la saya para no orinarla por accidente. Al final claudicabas y le pedías a tu mamá que no te llevara a la escuela hasta el otro día, porque te dolía tanto el hombro y tenías la mano sana tan cansada. Se puso de moda poner las vacunas el viernes, así el brazo y la mano izquierda tenían todo un fin de semana para convalecer.
Ahora mi mano izquierda sostiene el pescado mientras la derecha, precisa y temeraria, maneja un cuchillo que por un lado tiene filo y por el otro, dientes; un instrumento capaz de cortar una lágrima y arrancar cuero. A cada rato, si la mano izquierda se distrae o la derecha se entusiasma, los dientes o el filo besan un dedo izquierdo. Cada dos minutos más o menos, ese mismo dedo es pinchado por una espina, los bajos de la uña invadidos por una escama filosa. Al final la mano derecha tiene uno que otro rasguño, pero la izquierda parece salida de una batalla.
Si eres una mano izquierda, eres una mano izquierda que merece respeto. Por valiente, fuerte y buena cómplice, eres necesaria. No importa qué tan torpe seas con un lápiz o un pincel, haces otras cosas igual de importantes, usas otros instrumentos, eres útil. Eres la mano derecha de las manos derechas, sin ti ni aplaudir pueden. Y si no, déjate caer: ya quiero ver a la mano derecha haciendo TODO.