La mente perdida

En el año 90 el padre de un amigo, quien vivía fuera de Cuba, metió el cañón de una pistola en su boca y disparó.

Mi amigo no había sabido de él en mucho tiempo. Su padre simplemente se separó de la madre cuando él tendría unos dos años y luego se fue de Cuba.

Un año después del suicidio, una total desconocida llegó a su casa y le dejó una maleta llena de pertenencias de su padre. Tardó casi una década en abrirla. Cuando finalmente lo hizo descubrió que su padre había estado gritando auxilio por años antes de ponerse aquella pistola en la boca.

Había ropas y libros, muchas fotos de su padre más joven, siempre con una expresión triste, taciturna. Poemas oscuros, cartas sin terminar, empezadas una y otra vez y dejadas a medias, a dos párrafos, tres párrafos, una pocas letras.

Querida amiga comenzaban

Querida amiga yo…

Querida amiga, necesito que me escuches…

Querida amiga, por favor, ven, te necesito…

Mi amigo no sabía quien era ella. Ninguno de aquellos borradores estaba siquiera terminado o metido en un sobre, todos estaban dentro de libros o sueltos en la maleta. Le preguntó a su madre.

¿Cómo quieres que yo sepa algo de la vida de un hombre que no he visto en veinte años? fue la seca respuesta.

Pero no cejó y siguió preguntando. A sus abuelos paternos. A los antiguos amigos de su padre, a aquellos amigos del otro país que fue descubriendo.

Había varias direcciones anotadas en una agenda. Descartó todas las de hombres. Luego descartó todas las de aquellas mujeres que por distintas razones no podían ser. Se quedó con seis direcciones y a ellas mandó cartas preguntando si sabían algo de su padre.

En el año de su graduación como ingeniero recibió un paquete con la última carta de su padre, dirigida a la misteriosa destinataria, una nota de ella y un resumen de historia clínica.

Querida amiga era una terapeuta que había tratado sin éxito a su padre por un severo trastorno depresivo. Un día había dejado de ir a la terapia y desapareció de su radar.

Siempre me pregunté qué había pasado con él le escribió la doctora Siento mucho que haya llegado a ese punto, gracias por comunicarte conmigo. Suerte.

Mi amigo es una persona alegre y optimista, excelente profesional, exitoso y padre de un adolescente muy huraño. Hace poco notó que su hijo es exacto a su padre. La misma cara, los mismos ojos, la misma expresión. Y ha empezado a tener un poco de miedo.

Palabras al viento

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