Día de Reyes

Es 6 de enero y ya mi hijo no recibe juguetes. Durante 15 años el padre y yo hemos hecho magia de la buena pero ya se gastó.

Y de momento al menos no creo que venga otro bebé. Así que tal vez podamos dar por concluido el tema de los Reyes Magos en esta familia.

Mis padres eran de origen muy humilde. Mi papá es hijo de una maestra normalista y un enfermero, en la Habana. Mi mamá, de una ama de casa y un machetero que en tiempo muerto hacía lo que apareciera. En Banes, Holguín.

La diferencia campo/ciudad juega lo suyo, claro. Y no es lo mismo en provincia que en la capital. Así que ella era notablemente más pobre que él.

La tradición de los Reyes Magos se seguía a pie juntillas de todas formas, en las dos familias. Una solo tenía dos niños. La otra, seis y contando (llegaron a ocho cuando vinieron para la Habana) Tiene que haber sido difícil.

Mis hermanos nacieron en los setenta. Ya ahí lo de los Reyes Magos había mutado no sé ni cuántas veces para adaptarse a las «nuevas circunstancias» Lo que había eran juguetes subsidiados. Básico, no básico y dirigido. Quien haya vivido eso lo recordará. Quien no, no lo va a entender. Porque es demasiado surrealista.

Yo tuve suerte. Al ser la tercera e inesperada cuando ya mis hermanos eran grandes, recibí en herencia los juguetes B, NB y D de doce años recibiendo juguetes por dos hermanos.

Mis hermas no rompían juguetes y justo es decir que los juguetes de aquella época podían no ser muy lindos, pero eran verdaderos tanques de guerra. Para romper una muñeca había que aplicarse con ganas, y un carrito ni hablar. Posiblemente te rompieras la mano tú tratando de desarmarlo.

Es más: si te descuidabas seguro el carrito o la muñeca se reviraban y te daban un bofetón, por fresca ¿dónde se ha visto que las niñas rompan juguetes? Aún así había niños legendarios, pero mis hermanos no eran de esos. Sus juguetes, cuando nací, estaban enteros. Viejitos pero enteros.

Mi abuela recogió todos los juguetes sanos y los escondió. Entonces los iba sacando del «archivo» a medida que yo iba creciendo. Los escogía, limpiaba y envolvía. Y era como un regalo nuevo siempre.

No había arbolito, pero sí juguete.

Hasta que un día, sobre los siete años, descubrí el «archivo» y empecé a sacarlos todos, maravillada de que fueran tantos. Llené el pasillo de nuestra casa de La Habana con aquel tesoro y jugué hasta caer dormida con muñecas, cocinas y carritos más viejos que yo.

Mi abuela me lo permitió porque qué remedio, la fuente del tesoro estaba descubierta ya. Pero dice mi papá que esa noche lloró porque ya no habría más regalos de reyes magos: la niña había desenvuelto todos los juguetes de su infancia de una sola vez

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Un comentario

  1. Hola, Kykubi.
    Cuántos mensajes y verdades en tan pocas palabras.
    La verdad es que la «fiesta» de los RRMM es una de las más diferenciadoras y hasta, si se me permite, discriminadoras que existen. La magia de estos magos recae sobre unos padres que hacen milagros para que sus hijos sigan creyendo en esa ilusión. Los días siguientes son terribles cuando los niños comparan sus regalos. Muchos se entristecen al pensar que no fueron suficientemente buenos para recibir mejores regalos, sin darse cuenta de que lo fueron tanto que sus padres sufrieron lo indecible para dárselos.
    Hay celebraciones muy injustas, pero estas me parecen bastante crueles. La falsa globalidad de los magos, santas o papanoeles se estrella con la realidad.
    Buen artículo. Gracias.
    Un Abrazo.

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